El origen viene de la cosmografía maya, quienes encontraron que la piel de la serpiente es a base de rombos. De ahí trabajamos el cuello de la serpiente emplumada, que es el Dios de los dioses (Quetzalcóatl) partiendo por cinco rombos que se desplazan hacia afuera de la escultura.
La escultura forma parte de un proyecto de devolver el niño príncipe congelado al cerro El Plomo. Esta piedra se pone mirando siempre hacia El Plomo, que se ve desde la cuesta de la Chilca hasta San Fernando. Quien mire ahí verá la punta del cerro y la ausencia del niño.