La propuesta son dos osos sentados y que se tocan los hombros como muestra de su apoyo mutuo y unión. Pero además crean un espacio para que el espectador pueda sentarse en medio y ser abrazado y contenido por estos dos personajes.
Los eslabones que conectan el bloque sólido del que fueron tallados, y el cielo por encima de ellos, representan los recuerdos que siempre unirán a sus seres queridos, aquellos que han partido y los que permanecen.
La relación armoniosa entre el mundo carnal y el inmaterial o espiritual.
En esta obra busqué la trascendencia en el uso de la materia pétrea y en su concreción formal, a través de un espacio de luz en la piedra que se proyecta hacia la búsqueda del infinito.
Esta obra espero que transmita la esperanza de la vida, el amor a los semejantes y la espera de un nuevo ser.
Representa que jamás estamos solos, siempre tenemos a alguien junto a nosotros. Los amigos, hijos, parejas, padres... la familia.
Una mujer con su hijo naciente refleja vida y muerte en un abrazo. Las guras abren su cascarón de piedra para dar paso a la vida y a su magia. Evidencia el origen del ser y la unidad con el otro a través de este abrazo fraternal y eterno.
«Donde dos o más se unan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos». Mateo 18:20. Dos aves se acompañan en su vuelo, generando en el espacio que las une la imagen de una tercera que significa la presencia espiritual.
Construir como una sola estructura pétrea un abrazo, una ronda o una rueda de amistad. Un gesto de fraternidad y amor.
Todo está en constante cambio. Tiene que haber una unión firme de los elementos para poder sustentar lo fraterno y así perdurar más allá del tiempo con sabiduría, honor y valentía.
